Peter Zimmermann y la fábrica de chocolate
01-04-06 Seleccionado por: Arty Show
por Laura Revuelta.
Capas de gelatina
Peter Zimmermann
CAC Malaga
Lo fácil que resulta especular y las numerosas veces que lo hemos hecho sobre la pintura: sobre su principio, sobre su fin, sobre su futuro, sobre sus nuevos desarrollos... Exposiciones colectivas las ha habido y las habrá en torno al asunto; incluso coleccionismo meramente comercial en defensa de la causa allende nuestras fronteras; textos, también haberlos haylos, cientos. Pero en el caso de Peter Zimmermann (Friburgo, Alemania, 1956) nos topamos de bruces con uno de los ejemplos más evidentes. A lo que podemos añadir además que ésta que nos ocupa es su primera exposición en España.
Grito acalorado. Miel sobre hojuelas para recrear en vivo y en directo los nuevos desarrollos pictóricos, de esa pintura que no se pinta o que no parece que se pinte o que mezcla disciplinas varias (de lo tecnológico a la fotografía), que reinventa, en una palabra. Y sé que con estos argumentos voy a encender algún grito acalorado, porque, ¿qué es eso de decir que la pintura no se pinta? En fin, pensarán, éstas son cosas de la contemporaneidad recalcitrante, inclusive de los flujos del mercado (algo es cierto: Zimmermann goza de una excelente salud en estos ámbitos). Qué le vamos a hacer.
Antes hablaba de miel sobre hojuelas y esta exposición del CAC Málaga se llama Capas de gelatina, con lo cual no es una expresión gratuita, ni el título de la muestra, tampoco. Frente a los cuadros presentes en estas salas, que, al cabo, son lo último y muy representativo de su producción, uno siente o tiene las ganas de comérselos, de tocarlos, de chuparlos como un caramelo. También seamos conscientes de que afirmaciones como éstas encenderán las alarmas de la intelectualidad, porque nada más malo que sentir y describir aquello que se ve en los entresijos del arte contemporáneo, pero resultan tan evidentes estas sensaciones ante los cuadros de Peter Zimmermann que hasta el título ha derivado hacia estos instintos más básicos, y mira que podía haberse puesto especulativo formal y hacer las delicias del pozo sin fondo de la palabra teórica, y poco practica. Porque la obra de Peter Zimmermann esconde también unos desarrollos estructurales de suma complejidad, en la investigación de ma- teriales, de discursos, no obstante ha conseguido ese difícil equilibrio de llegar a la belleza por las formas. Belleza, otra endemoniada palabra que hace las delicias, con la que se chupan los dedos mil y un teóricos en sus mil y un libros, mil y una conferencias.
Derretir la realidad. Y como en la carrera fondista de este texto habíamos tomado el testigo de la belleza podemos seguir en la vertiente descriptiva que evocan estas piezas, plagadas también de una psicodelia agradable de ver, para sentarse frente a ella y vagar en sus coloristas espirales. Agradable de ver, otra maldita banalidad, frívolo concepto. No vamos a seguir por estos derroteros, ya es suficiente porque si no, también es cierto, hurtamos a la obra de Zimmermann su carácter especulativo, su trabajo de fondo o en el fondo: lo que se esconde detrás de las dulces apariencias. El engaño visual de estos cuadros está fabricado con una sustancia que lleva el extraño nombre de «resina epoxídica», que casi suena como la denominación de un ácido alucinógeno. El caso es que lo tomemos por un lado u otro ?en su evidente acepción o en la figurada? bien es cierto que con este producto se consiguen unos efectos increíbles. El proceso de trabajo de Zimmermann en torno a esta sustancia es el fruto de una experimentación cuyo objetivo quizá no haya sido otro que el de derretir la propia realidad. Ésta, sin duda, también es una apreciación muy literaria, pero resulta difícil evadirse del poder evocador de estos cuadros. Tal vez, su seducción tan formativa hace estragos en los complejos derroteros de un artista al que Stephan Berg en el texto principal del catálogo dedica estas palabras: «La pintura de Peter Zimmermann, que expresamente no es pintura en el sentido más propio sino que trata de vertido de colores se formula así como la mezcla de un círculo vicioso autorreflexivo y un postulado a favor de la autonomía tan exuberante como irónicamente desmembrado».
Tapar la realidad. Las investigaciones que han llevado a este artista alemán a la manera tan personal de entender la pintura parten de la
realidad, de la manipulación técnica por ordenador y del vertido y acción fortuita de la sustancia antes citada, de esa resina epoxídica, que, ya saben, es citarla y caer rendido a sus efectos, las palabras empiezan a ponerse evocativas y descriptivas, aunque estemos en el capítulo más técnico. Nadie podría suponer que bajo las capas de gelatina hay una pintura real, una imagen real que puede haber sido manipulada por ordenador y copiada, cual molde, sobre el lienzo para luego verter sobre ella esa masa, esa mezcla de resina y pigmentos. El azar o lo fortuito hacen el resto. Y no se imagina que, como escribe Berg, «estas obras son las sombras de un cuerpo pictórico real existente en su momento y muy modificado por los filtros de los procesos electrónicos, pero, en cambio, resultan más bellas de lo que podrían haber sido su original». Al cabo, ésta es la clave que mejor define la obra de Zimmermann y que le ha dado mayor proyección en las corrientes renovadoras de la pintura, aquello que algunos han llamado «pintura expandida», y puede que hasta se les ocurriera el título sentado frente a uno de estos cuadros en los que la masa pictórica se derrite y se solidifica como un magma matérico, que también eleva al expresionismo abstracto y al action painting a su dimensión más futurista y renovada.
En las salas del CAC de Málaga, se da una extraña casualidad: la exposición de Peter Zimmermann, recientemente inaugurada, coincide con la de Anish Kapoor, que ya lleva unos cuantos meses y que fue reseñada en este suplemento. Dos creadores que entienden de manera bien distinta el color y la materia. El alemán, desde los desarrollos lúdicos ya descritos, y el hindú afincado en Londres, desde el dramatismo. Ambos creadores están expuestos en salas contiguas ni siquiera sé si de manera intencionada y ni siquiera investigan el color o la pintura desde los mismos parámetros. Son creadores que salen de moldes diferentes, pero este contraste es una lectura añadida en torno a ambos.
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