Golpes de efecto / James Rielly
29-01-06 Laura Revuelta
por Laura Revuelta.
"Nipples"
James Rielly
El gran mundo del arte, aquí y allende las fronteras, siempre se ha entretenido discutiendo ?discutir, al cabo, es lo que da razón de vida a casi todo?. Por ejemplo, si nos ponemos localistas y si encima nos miramos el ombligo con una inclinación casi en ángulo recto, descubrimos ahora que la crítica del arte está pendiente de cómo una conocida articulista escribió hace unos días en su columna habitual que esto del arte contemporáneo es una birria y los críticos, más o menos, crípticos egiptólogos que además defienden desde su oscurantismo conceptual obras en las que se maltratan animales. Como vivimos en el mundo y en el reino de la simplicidad absoluta, la firme quien la firme y desde donde la firme, con conocimiento o no de causa y efecto, también podemos coger al aire esa otra discutible teoría de que vuelve la pintura, aquella que se denostó tanto. Asunto acuñado a la vera del señor Saatchi a quien desprecian los más puristas, pero que en una cínica pirueta se pone del lado de su peor enemigo y su peor enemigo ya no sabemos dónde se va colocar y sus amigos, ya no digamos, a la espera de que cambien las tornas. Para que vean que con tal de discutir se pueden decir y desdecir las más peregrinas cosas, y todo ello siempre bajo el signo de un nada oculto deseo de revanchismo.
¿Y todo esto que tendrá qué ver con la exposición del señor James Rielly? Es pintura que bajo su aparentemente dulce paladar y fácil digestión esconde ?e incluso, no tanto? mucho más de lo que se aprecia a simple vista. Con lo cual también se podrían escribir un par de artículos: uno en defensa de o denunciando no sé qué... y otro ratificando la resurrección de... Pero piensen que las apariencias siempre engañan y mucho nos tememos que a James Rielly poco le importa lo que sus pinturas ?noble disciplina a la que lleva dedicado bastantes años, mucho antes de muertes y resurrecciones varias? puedan traer tras de sí.
Trasnochadas etiquetas. A Rielly (Gales, 1956), que se inscribe o le inscriben bajo esa ya trasnochada etiqueta de YBA («Young British Artist») y «Sensation», le pudimos ver por primera vez expuesto en España en el entonces Centro de Arte de Salamanca en la muestra colectiva titulada Malestares, cuyo enunciado ya resume bastante. Luego, han venido dos exposiciones comerciales, ésta la última, en su galería Distrito Cu4tro.
Si alguien quiere realismo, aquí lo tiene; si alguien quiere darse de bruces con la amabilidad de unos tonos suaves, discretos y hasta relajantes sin más vueltas de tuerca, aquí lo encuentra, y si alguien quiere bucear por debajo de la superficie, aquí también descubre posibilidades. Al cabo, uno siempre acaba por ver lo que puede o lo que le dejan las múltiples capas que confunden su realidad. Al final de estas escapadas tan personales, vaya usted a saber qué quiso captar el artista en cuestión. Rielly juega a la ambigüedad desde la primera pincelada con lo cual el embrollo puede llegar a límites insospechados. Por ello todo resulta más atractivo. Si nos relajáramos ante las apariencias de esos personajes retratados ?no sé si desde la realidad o desde la recreación de caracteres? entre difuminados rasgos, detalles inacabados y una cierta dejadez escenográfica tal vez sería peor, porque en el último momento, y desprevenidos, nos podrían asestar un buen golpe de efecto.
Encerrados en su autismo. Como ha quedado escrito en alguna reseña de sus exposiciones anteriores: «Las pinturas de Rielly son inflexibles e intransigentes. Esto no se debe tanto a la representación de niños hoscos y traviesos, o de adultos que pierden el tiempo tontamente sino más bien que, tomadas de una en una, estas pinturas permanecen calladas como tumbas, se niegan a cooperar. Sencillamente, están ahí: algunos complacidos de sí mismos con un cierto aire de culpabilidad, mientras que otros parecen encerrados en su propio mundo autista, irradiando obstinación o quizá cierta soledad turbada» (Dan Fox, 2001).
Eso sí, para quien no le guste lo ambiguo, no reconozca que los niños pueden ser perversos, al igual que los adultos, aunque en distinta medida y proporción ?los años siempre dan una cierta ventaja? y que Bambi puede o hasta debe ser un asesino dados sus sufrimientos vitales, ya puede buscarle tres pies al gato y podemos empezar a discutir cuando y cuanto quieran. (Por cierto, no busquen a Bambi ni personajes similares porque no salen en los cuadros. Lo british de Rielly, que es mucho, por supuesto, se nota en estos escrupulosos detalles).
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