En lo que atañe a la Documenta 12, en España se ha mostrado desde el principio una tibia reacción a un oprobio de los más crispantes que pueda haber urdido la cabeza de un memo: la selección de un cocinero como si fuera lo mejor que ofrece el medio artístico español. Recordemos la aseveración, hace unos meses, del director de la Documenta 12 sobre su decisión de incluir al chef Ferran Adrià en la exposición: "Hoy no hay nadie en España, de esa generación, que se pueda comparar con su nivel de inteligencia formal". Roger M. Buergel invitó a Adrià a participar en la Documenta pensando que había tenido una genial idea. Al parecer, también los acólitos de Adrià creyeron que sería una brillante idea que la cabeza visible de ese entramado de negocios que representa el cocinero tomara parte en un evento artístico, aunque hasta hoy todos ellos han demostrado no tener ni idea de qué es eso de la Documenta. No se cansan de hablar de la "feria" Documenta, al igual que los desinformados periodistas de la prensa generalista. Muy mal ha desempeñado Buergel su papel si ni siquiera ha conseguido explicarle a Adrià y a su cohorte que la Documenta no es una feria de arte. Precisamente el detalle del séquito que siguió a Adrià hasta Kassel es uno de los más curiosos de cuanto rodea a esta triste ocurrencia. Colaboradores, colegas (Juan Mari Arzak y sus hijas, Andoni Luis Aduriz...) viajaron todos juntos a Kassel para los días del preview . ¿Será ese multitudinario viaje el destino que han tenido las "ayudas" que la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior ( seacex ), el Ayuntamiento de Roses y el Patronato de Turismo Costa Brava Pirineu, además de Caixa Girona, han aportado para la participación fantasma de Adrià en la Documenta? Eso, aparte de la bobada, que algunas de estas entidades están costeando, de invitar desde Kassel a dos personas a comer al restaurante de Adrià en lo que dure la Documenta. Así, el restaurante de Adrià será durante los tres meses de la Documenta un "pabellón" deslocalizado de la muestra, lo que Buergel se ha creído que es un invento suyo muy original, como también se cree que lo es el pintar las paredes de las sedes de exposición de colores o disponer arte moderno y contemporáneo junto a piezas históricas...
En lo que refiere a Adrià, es evidente que lo mucho que sabe de cocina lo ignora sobre el arte, y seguramente sobre la alta cultura en general. De lo contrario, habría desconfiado de la necia propuesta de Buergel. En cambio, Adrià se ha querido autoconvencer de que un documental sobre su restaurante en la cadena Arte y unas cuantas iniciativas interesadas -como la exposición de obras de segunda relacionadas con sus platos que se puede ver hoy en Barcelona en una galería desconocida- son ya aval suficiente para ingresar en la historia del arte. Ni Buergel ni Adrià ni los colaboradores del cocinero se dan cuenta de que la historia del arte de estos tiempos no se escribirá con lo que publican los rotativos. Como buen ídolo de pies de barro, Adrià se ha dejado atrapar por el torbellino de su propia fama. Y Buergel, jactándose, ingenuo, de lo que ha conseguido aprender del arte, se ha limitado a proferir la frase -reproducida hasta la saciedad en los grandes medios de comunicación-: "La pregunta de qué es arte y qué no lo es dejó de tener importancia hace tiempo"... No se ha enterado Buergel de que esa pregunta sigue tan fresca como en los primeros tiempos en que el arte plástico entró en el Olimpo de las grandes manifestaciones artísticas, allá por las postrimerías del siglo xv . Es, de hecho, la cuestión que alimenta los más ricos debates de la teoría del arte desde mediados del siglo xx . Pero Buergel ha decidido hablar para los medios de gran tirada y ha aspirado a atraer a Kassel a la televisión y los medios especializados en turismo y gastronomía gracias a la maniobra mediática de poner el nombre de un cocinero estrella entre nombres de artistas. ¿Qué le puede importar que esta Documenta 12 pase a la historia del arte como un peligroso síntoma de la precipitación al abismo de ese gran evento? Por su parte, Adrià se ha creído que con esta estratagema le coronarían con los laureles de haber llevado la cocina al altar de la más elevada cultura. ¿Existe un arte culinario ? Quizás. Pero, ¿es asimilable a las artes visuales? Da vergüenza que siquiera se haya pretendido plantear tan barato argumento en un evento que, como Documenta, se había convertido en los últimos treinta años en el escaparate por excelencia de las soluciones y discursos estéticos más sofisticados del mundo del arte occidental.
Publicado en origen por LAPIZ