Una de ellas tiene lugar en Karlsruhe, en el ZKM. La otra, en Madrid, en el Departamento de Audiovisuales del Reina Sofía. La primera lleva por subtítulo Una exposición sobre el concepto expandido de pintura. La segunda, más precisa, es un programa de vídeo y cine titulado El lienzo es la pantalla.
La exposición en el ZKM incluye pintura sobre diversos soportes, fotografía y vídeo. Es una de las selecciones que se viene haciendo sobre la colección Goetz de Múnich, e incluye una amplia lista de artistas bajo la idea básica de que la pintura es mucho más que el tradicional «óleo sobre lienzo». Esta cuestión, tan sencilla, tan evidente, es explicada no sólo por medio de pinturas «tradicionales» expandidas en el espacio tipo Fabian Marcaccio o Franz Ackermann, sino también a través de reflexiones fotográficas sobre cuestiones pictóricas llevadas a cabo por Jeff Wall o, en un paso más, en vídeos como los de Mark Leckey o David Claerbout. También -como no podría ser de otro modo por su actualidad- se incluyen ejemplos de animaciones desde su lado más dibujístico, con vídeos de William Kentridge e instalaciones de Zilla Leutenegger y Hans Op de Beeck.
Amplio catálogo. El programa de vídeo organizado por Berta Sichel en Madrid presenta un conjunto de «pinturas fílmicas» por medio de una selección variada, en la que se pueden ver desde documentales pictóricos -como el realizado sobre Rembrandt por Jo Stelling- a piezas de cine experimental de Malcolm Le Grice, pasando por los dibujos en movimiento de Magdalena Fernández o las pinturas animadas de Jacco Olivier. Todo un amplio catálogo de lo que lo pictórico puede hacer desde el lado electrónico, puesto que el concepto expandido de pintura ha ido no sólo a superar el tradicional marco del cuadro, expandiéndose espacialmente hasta crear ambientes, sino también a la búsqueda de nuevos medios desde los que seguir investigando. Cabe, sin embargo, preguntarse qué puede aportar más allá de nuevos formalismos esta pintura que amplía sus soportes y que incluye lo que ha sido la gran aportación del arte del siglo XX a la historia de la visualidad: la imagen en movimiento. ¿Qué aporta, pues, el movimiento a la pintura? ¿A dónde lleva y hasta dónde llega lo pictórico en el vídeo y el cine contemporáneo? ¿Qué nuevos géneros pueden producir estas contaminaciones y simbiosis?
Más allá de intentar dar respuestas a estas cuestiones ahora, el espectador bien pudiera sacar algunas conclusiones propias visionando tanto el amplio ciclo del Reina como la exposición del ZKM -o bien repasando mentalmente algunos de los autores citados más conocidos-, pero de lo que no cabe duda es de que aún estamos en el principio de una investigación que es muy necesaria sobre la historia de los últimos 100 años de las imágenes pictóricas en movimiento. En ese proceso ya iniciado -del que las dos muestras aquí citadas son dos de sus últimos eslabones- se hace también ya obligatorio su visualización expositiva y museística. En este último sentido, en una nueva política del display de la imagen pictórica, conviene pensar en formatos y tamaños.
Equiparación de formatos. Así, por ejemplo, cuando se reinauguró en 2005 la Filmoteca Francesa en París -en un edificio inicialmente concebido por Gehry- con la exposición dedicada a los Renoir, padre pintor e hijo cineasta, no sólo se establecían claros paralelismos formales entre determinadas obras de uno y otro, sino que también se equiparaban formatos. Mediante determinados proyectores -utilizados recientemente por Shoja Azari en su exposición en Helga de Alvear-, el tamaño cinematográfico se igualaba al del tradicional cuadro y, a su vez, permitía al espectador una experiencia cercana y muy próxima físicamente a la imagen proyectada, al evitar la emisión de sombras por la interposición de su cuerpo ante los haces de luz. Esta cercanía física del espectador ante la imagen en movimiento permite no sólo una experiencia estética similar a la que se tiene ante un cuadro, sino que también facilita una recepción y un tiempo de visión parecidos a los del cuadro pintado o la imagen estática.
Este método servirá a los muchos detractores de la pantalla-plasma como soporte de la imagen en movimiento, por su equiparación burdamente formal al cuadro enmarcado -lo que también constituye su atractivo para otros artistas cercanos a lo pictórico-. Se hace ya por este motivo necesaria la exhibición de los resultados obtenidos hasta el momento, y que en las salas dedicadas a la exhibición de las colecciones permanentes se puedan establecer diálogos y afinidades electivas entre cuadros y proyecciones, más allá del tradicional destierro a las cajas negras. Pero, no se preocupen, mediante esta política del display, la pintura -ya sea sobre lienzo o pantalla- seguirá por ahora y como siempre en la pared.
Publicado originalmente en www.abc.es