Y la razón es sencilla: la rodó el solvente John Schlesinger, tiene una entretenida base literaria, fue escrita por un inmenso guionista (William Goldman, autor también de la novela), cuenta con tres magníficas interpretaciones de Dustin Hoffman, Lawrence Olivier (nominado al mejor secundario en el 76) y Roy Scheider y detrás de todo está el megalómano, egocéntrico y astuto productor Robert Evans, capo de la Paramount en aquellos años.
La más famosa anécdota de su rodaje se refiere a los diferentes métodos interpretativos de Hoffman y Olivier. Se suponía que para la ya legendaria escena de la tortura, Hoffman se pasó corriendo varias manzanas alrededor del set hasta llegar completamente exhausto. Cuando Olivier se acercó a él, le soltó: "Chico, ¿por qué no te limitas a actuar?"
Con los años, Hoffman ha insistido en que esa frase se sacó de contexto porque en realidad estaba sufriendo un duro proceso de divorcio que lo estaba dejando machacado y Olivier, en realidad, se refirió en su conversación a su vida privada, no a su método interpretativo, cuyo resultado físico fue la pérdida de 8 kilos para dar credibilidad a su atormentado personaje.
Sea como fuere, y aunque que se rumoreó que en Paramount se había pensado en el trío Al Pacino/Julie Christie/ Laurence Olivier, la química entre estos dos grandes actores y el esforzado trabajo de Marthe Keller (que no entendía ni papa de inglés) acabó cuajando. De hecho, Evans ha declarado que esta fue la única vez en su carrera que una primera propuesta de casting acababa siendo el reparto final del film.
Lo mejor de Maratón Man eso sí, lo que siempre recordaré, es la construcción que hace Olivier de su Dr. Szell, basado en el sanguinario Doctor Josef Mengele, Doctor SS en Auschwitz y que vivió como fugitivo en Sudamérica. Recordemos que menos afortunada fue la creación de Gregory Peck con el mismo personaje en Los niños del Brasil. Y es que yo a Peck de malo nunca me lo he tragado.
Olivier, enfermo de cáncer y de gota, fue la primera opción para el personaje aunque los rumorólogos han apuntado que se llegó a pensar, incluso, en el director George Cukor para este papel. Al final, productores, director y compañeros quedaron encantados con la profesionalidad y el trato humano de Olivier, que se inspiró en un delicado y concentrado jardinero para componer la personalidad y movimientos del dentista Szell.
Vamos a la escena. Acortada tras los preview, donde los espectadores la rechazaron por su brutalidad y sadismo, la escena cumbre de Marathon Man es la de la tortura a la que somete Szell a Levy, el personaje de Hoffman. En ella, lo vemos amordazado a una silla junto a una mesa con herramientas de dentista. Entonces aparece Szell, el dentista nazi. Sin decirle nada, comienza a lavarse las manos.
Szell: ¿Es seguro?
-Silencio.-
Szell: ¿Es seguro?
Levy: ¿Me habla a mí?
S: ¿Es seguro?
L: Si es seguro ¿el qué? No sé de qué me habla.
S: ¿Es seguro?
L: No sé a qué se refiere. (…)
S: ¿Es seguro?
L: Dígame a qué se refiere…
S: ¿Es seguro?
L: Sí, es seguro, es muy seguro. Tan seguro que no se lo imagina.
S: ¿Es seguro?
L: No, no es seguro, es muy peligroso. Tenga cuidado.
-Szell abre los utensilios de dentista y le acerca una fuente de luz.-
S: Tranquilo, abra la boca. Abra… de acuerdo. ¿Duele? Es normal, debería cuidarse la boca. Tiene una carie aquí. ¿Es seguro?
L: Ya le dije que no le puedo decir…
-Szell aprieta. El sonido del grito de dolor de Levy domina toda la estancia. Para calmarlo, Szell recurre a un anestésico.-
S: ¿No es admirable? Simple aceite de clavo. Con unos resultados sorprendentes. Así de simple es la vida. Alivio… dolor. (…) Me dicen que es un estudiante inteligente, ¿eh? Es un historiador y yo soy parte de la historia. Pensé que me encontraría interesante. Sinceramente, su silencio me decepciona.
Recogido en CINE DIGITAL