Si hace unos cuantos meses consiguió colocarle a Nike la música de un anuncio que duraba tres cuartos de hora -45:33, sinfonía de mezclas y movimientos en la que ensambló sucesivas estampas de la música negra americana, fibras que luego se desvanecían en un largo cruce de cables y ecos-, ¿por qué no va a poder James Murphy, como es su sueño, engatusar al gran público y encabezar las listas de ventas con su nuevo álbum? En su contra tiene unas letras que -accesorias en su mercado natural, una pista de baile cuyos animadores no suelen salir de los lugares comunes del sexo y el calentón, y eso cuando median palabras y cierto sentido- tienden a la provocación y el disparate y dan que pensar, pero sus bases musicales son tan accesibles y familiares que facilitan su absorción e inmediato disfrute.
Hilván de cultismos. La música de LCD Soundsystem -que no le quiten lo bailado: en Sound Of Silver repite a grandes y pequeños rasgos lo escuchado en su primer disco- es un largo hilván de cultismos, algunos reutilizados en citas previas y otros de estreno, pero en su mayoría reconocibles por el aficionado a los clásicos populares. La vocación plagiaria de James Murphy lo lleva en esta ocasión a fabricar una canción de los primerísimos New Order (All My Friends), a dar vida a un anticrooner en New York I Love You, a relanzar su marca de experto en aseados números de punk de baile (North American Scum) o a meter en el mismo saco a Queen, M/A/R/R/S, Mark E. Smith, la Human League, los Talking Heads y David Bowie, revueltos entre chuscos zurriagazos discotequeros y guitarras. Los ritmos que le dan continuidad a las piezas son los de casi siempre, pero con el paso cambiado. Sound Of Silver es, así las cosas, de una vulgaridad que tira de espaldas.
Masa y mezcla. La pieza que sirve de título al segundo álbum de LCD Soundsystem, quizá la más sesuda de todas, es un reedición jibarizada de 45:33 en la que Murphy, con una onda muy distinta a la del anuncio de Nike, ajusta fragmentos en un friso corrido que ilustra su dominio de la masa y la mezcla. El resto son canciones que, pese a haber perdido la chispa de los primeros sencillos del artista norteamericano, tienen otro tipo de gracia, algo parecido a lo que los acomplejados llaman en la tele «humor inteligente».
James Murphy comienza a tomarse en serio lo que para su público empezó como un pasatiempo, a sentirse cómodo y tomar el control de una consola que hace cinco años sólo admitía cartuchos de juegos y que hoy es capaz de programar producciones más ambiciosas: LCD Soundsystem no llega a madurar del todo, pero sus tretas de antaño -pillaje y barbarie- no son ya las que definen su obra, amenazada por el predominio de la anécdota sobre el argumento y afortunadamente situada por encima del umbral de la curiosidad.
Como en la cueva de Alí Babá, en Sound Of Silver todo es robado y, hay que volver a repetirlo, vulgar. Tratar de identificar sus componentes es una pérdida de tiempo -para eso está la Policía- que impide disfrutar de un botín cuyo mayor valor es la disposición armonizada de sus minúsculas piezas. Consciente de que la capacidad de sorpresa es limitada, Murphy se dedica, no le queda más remedio, a reordenar un tesoro que ya es suyo.
Publicado originalmente en www.abc.es