Embankment / Rachel Whiteread
22-10-05 Revista de Prensa
* Tate 2005. Photo: Marcus Leith
José Manuel Costa
« Me gusta la idea de que la obra permanezca solo en el recuerdo »
Trata de aparentar cierta calma, como casi todos sus antecesores. Pero el único capaz de transmitir una sensación de placidez fue Olafur Eliasson, siempre con esa cara de ir «a su bola» y de no preocuparle demasiado las circunstancias. Pero estas circunstancias son muy fuertes, y Rachel Whiteread lo sabe. No sólo es que este espacio de la Sala de Turbinas de la Tate Modern roce lo elefantiásico; es que las obras que le han precedido en las Unilever Series fueron de una potencia poco habitual, verdaderos hitos del arte contemporáneo.
Rachel Whiteread, como antes Juan Muñoz, ha utilizado sólo la parte de atrás de la inmensa Sala de Turbinas porque «quería que la gente experimentara primero el espacio, que lo fuera dejando detrás y fuera aproximándose lentamente a la obra».
Tras pasar bajo el puente central que cruza la sala a unos diez metros de altura y sume el trayecto en una cierta oscuridad, los ojos se ven sorprendidos por el blanco intenso y translúcido de las 14.000 cajas de polietileno (el vaciado de diez modelos de cajas de embalaje), que forman colinas. Edificios, calles, volúmenes que reptan por las paredes y brillan con una luz rara bajo los focos cenitales de lámparas de almacén. La idea de las cajas es simple y Whiteread no la oculta: «Me trasladé de casa y de estudio, y he pasado casi dos años entre cajas de embalaje. Además, mi madre murió, y tuve que vaciar su casa, encontrando nuevas cajas que en algunos casos traían recuerdos de mi primera infancia». También habla de un reciente viaje por el Ártico, y uno no puede por menos que recordar la casa de Superman en aquel lugar, un espacio también blanco y geométrico en el que todo eran recuerdos y conocimiento.
Este Embankment (bautizado en homenaje a Londres y sus almacenes al borde del río), estará aquí unos meses y luego desaparecerá. «Siempre he contemplado los proyectos grandes como algo temporal, lo da la misma escala. Pero también me gusta la idea de que una obra permanezca sólo en el recuerdo».
Dentro de este mundo post-moderno, donde el mantenimiento de un mismo lenguaje artístico tiene ya algo de sospechoso, Whiteread insiste casi desde el principio en un lenguaje muy definido y reconocible. «Sí. La idea de los vaciados surgió desde el principio, cuando hacia esculturas que trataban de ser réplicas de objetos. Gradualmente, mi lenguaje fue evolucionando hasta la actualidad, aunque siempre en ese sentido. Pero siempre hay enfoques nuevos. Por ejemplo, este trabajo ha seguido un proceso diferente, prácticamente industrial».
El mantenimiento de un lenguaje básico no es lo único peculiar en una artista que saltó a la fama internacional subida a aquella ola de los Young British Artists y que era como una isla de placidez en medio de aquel océano de gritos y sensaciones. «Lo sensacional en mí es que realmente hago un arte muy tranquilo? Y, claro, rodeada de tanta agitación. En cualquier caso, he tenido la suerte de que mi trabajo recibiera un reconocimiento desde muy pronto, de modo que he podido seguir haciéndolo sin plan-
tearme problemas de supervivencia y gozando con él».
Paseando entre Embankment, no puede evitarse un recuerdo al minimalismo. Le comento a Whiteread que en algún lugar leí que ella definía su arte como «minimalismo con corazón». «Sí. Alguien lo dijo y lo he venido utilizando. Es una forma de describirlo. En este trabajo estamos hablando de 14.000 cajas que son unidades derivadas de diez modelos. Esta idea de las unidades es algo nacido del minimalismo. Yo lo he adoptado, pero incluyo en él mis propias emociones, precisamente lo que trataban de evitar los minimalistas».
Otro aspecto es hasta que punto el arte, cada obra, debe ser capaz de explicarse a sí misma o requiere el acompañamiento de palabras: «Espero que no, que mis obras, aunque funcionen a muchos niveles, puedan ser leídas y entendidas de manera bastante sencilla. Y pienso que mis trabajos más logrados se basan en ello. Aunque a veces las palabras pueden ayudar».
Siguiendo en ese ámbito, ¿es posible conducir unos contenidos, por ejemplo políticos, a través de obras que en última instancia tal vez sean abstractas? Rachel Whiteread casi protesta: «Naturalmente que existen esos contenidos. Mi vida es amplia y existen muchas cosas que me preocupan o me interesan y que de una forma natural acaban encontrando su camino en el arte. Pero no soy una predicadora. De alguna manera esos contenidos, emocionales, políticos o intelectuales, están en las obras y espero que, como por osmosis, lleguen a manifestarse».
Esta técnica del vaciado tiene antecedentes que van desde Pompeya hasta Bruce Nauman? «Me encontré con Nauman cuando era una muy joven artista ?comenta Whiteread?. Me comentó algo que entonces no entendí bien: que le interesaba mucho como yo había tomado sus "espacios bajo la silla" y los había hecho míos. Es algo que he venido utilizando desde entonces. Es mi lenguaje y habré hecho cientos de obras con él. Y, sí, claro, sabía que existían esos vaciados de Pompeya, pero no fui allí hasta hace muy poco tiempo porque no quería que me pudieran influir demasiado. Por cierto, esos vaciados son técnicamente lamentables».
Y ya, finalizando, mientras se escuchan gritos de niños y Embankment ya ha cosechado numerosas miradas: ¿Por qué los escultores contemporáneos parecen tan preocupados con la arquitectura? «No sé? Supongo que porque estamos rodeados de ella. Es nuestro paisaje? Pero también sucede que en el arte contemporáneo te encuentras exhibiendo en los lugares más diferentes, en espacios que debes tomar en cuenta y eso acaba entrando también en tu obra».
Rachel Whiteread seguirá nerviosa unos cuantos días. Y también es posible que se sienta algo vacía tras dar a luz un encargo tan importante y definitivo. Ya se verá cómo funciona, si los niños que gritan aquí al lado deciden darle otro imprevisto uso.