La verdad es que no hay mucho que contar sobre el personaje que no haya sido mejor escrito en los diarios ingleses de hoy. Tanto en el Telegraph como en el Guardian como en el Times, se honra su memoria y se cuenta su vida con criterio y erudición.
Quizás, lo único que pueda aportar uno es la visión que desde aquí, este lugar llamado España, podíamos tener de él.
Para comenzar, en la inmensa mayoría de los casos esa visión vino muy aplazada. En 1967 no había casi nadie en nuestro país que hubiera oído hablar del Summer of Love y mucho menos de Pink Floyd o de Soft Machine. Por supuesto, su primer disco no se publicó en su momento. Bien mirado, en 1968 se editaban pocos long plays extranjeros en España, los de los Beatles o los Stones. Grupos underground no, gracias.
Todo esto cambió a principios de los setenta y en la oleada del éxito de "Ummagumma" y de "La Vaca" (muchísimo más tras el Dark Side of The Moon) se editaron "The Piper at the Gates of Dawn" y "The Madcap Laughs" de Syd.
Y, debo decirlo, fue bastante fuerte. De pronto había que revisar los orígenes de la psicodelia británica que, ahora lo escuchábamos, había empezado también con canciones semi-infantiles y no solo con las parrafadas instrumentales y abstractas a los que casi nos habíamos acostumbrado.
Se estaba asimilando la barbaridad de "Careful With That Axe, Eugene", cuando de repente habia que interiorizar "See Emily Play", con su video en plan Antonioni pobre y flipado... ¡Cuando ya parecía que el Pop habia quedado atrás!
Hubo amigos que encontraron en Syd el santo grial, pasaron a abominar del "prog"resismo de los Floyd post-Barrett y se lanzaron, bien a por la Incredible String Band, los más folkies o a por Roxy Music los más modernos.
Hubo quienes permanecieron con el "Echoes" como música de cabecera, claro está. Y estos encontraron su justo merecido en "The Wall", el disco mas contrapuesto al espíritu de Barret que se haya grabado. Y es que a Waters también se le había ido la olla, aunque de otra manera, menos clínica.
En lo personal debo agradecerle a Barrett que me recordara el valor de las canciones. Tal vez sin su ejemplo no hubiera sido capaz de valorar a REM, a Portishead, a The Kills o a Ariel Pink. Por cierto, si alguien tiene interés en un nieto de Syd, que escuche a Ariel. Yo estoy alternándolo ahora con cosas del recordado. Hay visiones que nunca mueren.