Montserrat Soto * Archivo de archivos (1998-2006)...
04-06-06 Sugerido por: Pincha Uvas
Por Anna María Guasch.
¿Donde habré puesto yo ...?
El teórico alemán Andreas Huyssen sostiene que el renovado interés por la memoria como fenómeno cultural y político que choca directamente con la manera con la que la modernidad privilegia al futuro tiene mucho que ver con muchas practicas artísticas y literarias de un mundo (¿quizás el posmoderno?) que ya no cree en el progreso ni paga por él el tan alto precio de la destrucción del pasado. Ésta, efectivamente, conlleva al olvido. Y ello lo entienden cada día un mayor número de creadores plásticos que, como Montserrat Soto, defienden que el trabajo con la Historia, la memoria y el archivo puede desempeñar una importante función en la búsqueda de la identidad y la comprensión del «otro» como respuesta a la lenta pero palpable transformación de la temporalidad de nuestras vidas.
Y ello es, pensamos, lo que resume la imponente exposición Archivo de archivos (1998-2006) con la que Montserrat Soto, con la colaboración de la archivista Gemma Colesanti, ha llenado las dos plantas del espacio expositivo de La Panera. Ya sabíamos de la pasión archivística de Montserrat Soto; de hecho, en alguna de sus recientes exposiciones como Paisaje secreto, en la Fundación Telefónica de Madrid (2004), Soto se había sumado a una sensibilidad ?compartida por otros creadores del panorama internacional como Hanne Darboven, Susan Hiller, On Kawara o Dieter Roth? de situarse cerca del «giro» del archivo y de transformar «la apariencia conceptual» de sus obras (sistemas modulares, secuencialidad, repetición, serie) en fragmentos tanto de memoria individual como colectiva.
Precisamente con obras de la serie Paisaje secreto abre Soto el primero de los siete apartados que integran su actual exposición en La Panera, un proyecto que consiste en una selección de archivos que reflexionan sobre las diferentes tipologías de lugares de la memoria (la biblioteca, la tumba, Internet, el museo, la casa del coleccionista, el paisaje natural, el universo) y que sitúa su trabajo artístico más cerca de procesos casi científicos de investigación que de un acto creativo fruto del azar y de la espontaneidad de un «yo» expresivo.
Trabajo de colección. Hay mucho trabajo de colección, catalogación y almacenamiento en este work in progress, pero quizás lo que más nos ha interesado no es tanto el acto en sí mismo de archivar, sino la propia idea de lugar asociada a los distintos soportes de registro. Lejos han quedado los tradicionales archivos y los clasificadores usados por artistas conceptuales como Robert Morris o los Art & Language. Para Soto, tan importantes son los registros de la memoria oral, como la memoria en la Red (que se recoge en el apartado «Memoria BIT (Binari Digit)-Visual: Not Found»), sin olvidar la memoria escrita (desde inscripciones en rocas, pergaminos, tejidos, papel y sus correspondientes «mitogramas») o la memoria fotográfica.
A través de esta pluralidad de registros, la artista intenta a dar respuesta diferentes preguntas ?¿Cómo hemos archivado y preservado la memoria a través del tiempo? ¿Qué se ha archivado? ¿Con qué objetivo??, siempre buscando las historias particulares que derivan de cada «acto de archivar». Así, en el apartado «Memoria objetual» se habla del coleccionista a través no de las fuentes, sino de la reinterpretación de las mismas, que la artista (en un método inicialmente similar al usado por Louise Lawler) plasma en fotografias de gran formato enmarcadas por vanos que simulan un espacio totalmente ficticio.
En el apartado «Memoria oral» se «escenifican» archivos de comunidades sin huella escrita, uno de ellos de aborígenes australianos que cuentan a través de las voces de un poeta contemporáneo, Lionel Fogarty, la memoria colectiva de la vida cotidiana de su tribu, y otro, con las voces de esclavos de la Norteamérica de los años treinta. El sonido del agua que fluye sirve de fondo para la recreación del archivo biológico. Aquí, el visionado en formato videográfico de manuscritos originales de las Confesiones de San Agustín nos conduce a uno de los tres niveles en los que científicamente se aloja la memoria: el nivel molecular a través del ADN. Lo más interesante es una metáfora del carácter único y fluido de la memoria cerebral, una memoria que va y viene, que circula por todo el cerebro pero que aparece sin lugar, como las letras del texto de San Agustín que fluctúan por la pantalla videográfica.
La propuesta de este meta-archivo de Soto continúa en otros apartados, el más visualmente impactante, «Memoria universo», con imágenes de un «archivo geológico» registradas en Francia que nos viene a confirmar la tendencia cada día más arraigada de que uno de los mejores lugares para entender la auténtica verdad sobre el pasado es la estructura del museo y su capacidad para, en este contacto abierto con las audiencias, crear un diálogo con aspectos contemporáneos y posibles futuros.
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