¿Por qué querrá Sam la cabeza de Al?
17-05-06 Cesar Mamán
(Sobre la película “Bring me the head of Alfredo García” de Sam Peckinpah).
Peckinpah es un autor. Sus películas tienen un estilo personal. Su visión del mundo es violenta y cruda, aunque no exenta de tristeza y humanidad. Esta cualidad le transfiere un carácter poco común en el cine. “Quiero la cabeza de Alfredo García” es una de sus películas más arriesgadas. Intentaré fundamentar esta opinión.
La película comienza con una escena idílica, donde una joven embarazada está recostada a la orilla de un sereno lago lleno de patos. Se acaricia la panza. Unos hombres armados al estilo mejicano la llevan, casi obligándola, a declarar ante su padre. Frente a él es presionada y luego torturada, hasta que confiesa que su hijo es de Alfredo García. Su padre promete un millón de dólares a quien le traiga la cabeza del susodicho. A partir de ese momento se inicia una persecución repleta de actos violentos y situaciones, en su mayoría, desagradables. A pesar de eso, la película funciona, y la tensión dramática no decae. Quizás se deba a que la medida de violencia no se manifiesta por acumulación y por lo tanto no llega a saturar, como en muchas películas que a la media hora de ver borbotones de sangre quedamos totalmente indiferentes y bostezamos en medio de una mutilación mostrada en primer plano. En “Quiero la cabeza…” se intuye una tragedia que trasciende la simple cuestión física y que pone en peligro, de forma casi irremediable, el equilibrio emocional de los personajes. Así es como la historia captura nuestra compasión, a medida que nos introduce en la psicología de los protagonistas; desespera la debilidad de Benny, su obcecada carrera hacia un camino indefectiblemente muerto, como también las pocas esperanzas que tenemos de que la idea romántica de Elita llegue a buen destino. ¿Y cual es la razón de que no deseemos la muerte del protagonista, Benny, si el tipo es la peor…? Ahí está el problema, que es un hijo de puta, pero no es la peor basura. Y en este punto hay una diferencia considerable.
Básicamente, la historia sigue a Benny, pianista de un bar turístico mejicano próximo a la frontera norteamericana, enfrentándose a situaciones riesgosas con el objetivo de llevarse parte de la recompensa. La película gravita sobre el interrogante: ¿Qué pasaría si…? para seguir luego con ¿Y si entonces…? El problema es que las situaciones que plantea son bastante escabrosas; una vez que el protagonista toma una decisión inicial, los conflictos se agravan y su resolución se complica. Si bien es difícil identificarnos con el protagonista porque es esencialmente un mal tipo (o por lo menos de una moral sumamente dudosa), lo que sí podemos, y esto parece una idea para un video-juego, es meternos en su pellejo e intentar decidir cual sería la mejor solución estando en su lugar. En ese caso nos transforma, de una forma mucho más directa que la vida real, en supervivientes. Ahí descubrimos que Benny no está tan errado en las decisiones que va tomando y tampoco es tan desalmado como juzgábamos apenas conocerlo; aunque su modo no sea nada delicado y su brutalidad nos resulte antipática. Benny muestra por primera vez su vena humana cuando con una sincera y dolorosa angustia acepta la voluntad de su novia de casarse, sólo porque necesita de su colaboración para obtener el botín. Resulta que Alfredo García fue un antiguo novio de su prometida, quien le dice, entre lágrimas, que ha muerto hace poco en un espantoso accidente. Benny la convence, con la cara desfigurada por el asco y el alcohol, de que hay que desenterrarlo y cortarle la cabeza para obtener el dinero, casarse y ser felices. Este momento, que si lo analizamos apresuradamente puede pasar por un acto vil y nada más, es importante, porque vemos que el protagonista debe abandonar, con gran amargura, el último resquicio de moral que sobrevivía en él. Trago a trago logra superar ese mal destino que lo expone a tener que hacer semejante proposición, y una nueva aspereza se le suma a sus facciones.
Entendemos que él es amado por la protagonista, una verdadera heroína, (quizás la primera de S.P.) que no tiene nada de tonta ni de ingenua, y que ese amor no se debe a un reciente enamoramiento, sino que a Benny lo quiere gente que lo conoce más que nosotros. Eso hace que nos caiga bastante mejor. Hay otra cosa que genera cierta compasión por el protagonista, sabemos que la suerte no se toma en serio a Benny, y que pronto se cansará de sus insensatas aventuras y lo abandonará de un momento a otro. Benny sufre, a su manera, y tiene conciencia de su degradación. Pero es inevitable que haga lo que hace. Tiene que progresar.
En alguna entrevista S.P. dijo: “Soy un rebelde y creo que ser un rebelde es estar solo. Me encantaría vivir en un duplex y toda esa mierda. Pero no puedo hacerlo. Me meto en demasiados problemas.”
La cuestión es que vemos a Benny sometido a duras pruebas durante 112 minutos, y cada decisión es determinante tanto física como espiritualmente. Los móviles, en este caso, son la venganza, la ambición y el miedo (un poco en ese orden de aparición). Aunque estos temas son recurrentes en la historia del cine, lo interesante es el tratamiento que S.P. les da a los protagonistas, su profundidad psicológica. (Los únicos personajes fríos e insensibles son los mercenarios norteamericanos, que están representados de una forma bastante caricaturesca; Peckinpah pone a cincuentones que parecen modelos de anuncios de whisky para estos papeles -aunque tienen un par de diálogos antológicos con Benny-). Quizás sea ésta la razón por la cual considero “Quiero la cabeza…” una película básica dentro de filmografía de S.P. Es verdad que “Grupo salvaje”, “Pat Garret & Billy The Kid” o “Perros de paja”, sus películas más reconocidas, son buenísimas, pero el tema del honor y la lealtad que predomina en estas películas, enaltecidos como atributos, me parece más fácil de abordar, de mayor consenso. Las virtudes, como por ejemplo la lealtad, es lo que más me atrae en la vida real, pero en las películas, sobre todo, me inclino por los vicios. Y si bien Peckinpah siempre ha mostrado gran maestría a la hora de abordar las cualidades humanas, creo que tanto el honor como la lealtad tienen un aspecto más tautológico.
“Quiero la cabeza…” tiene peores actuaciones secundarias que las películas antes mencionadas (los protagonistas Warren Oates e Isella Vega están impecables), pero si existe alguna falta prolijidad en ese sentido, no resta, sino que aporta a la atmósfera caótica que domina a toda la película: un tufo rancio, una mediocridad despiadada les da a los sudorosos personajes un aura especial, gana en el tono como un bruto puede ganar una polémica a fuerza de insultos ingeniosos. Aunque en lo relativo a los aspectos técnicos, la puesta en escena y el montaje son de una rigurosidad formal preciosista y obsesiva. Peckimpah despliega los recursos narrativos con mucha delicadeza y virtuosismo: encuadre, utilización del zoom y ralentizaciones de la imagen (estos últimos dos, son recursos de alto riesgo).
S. P. arremete contra lo que sea, si bien le gusta poner el papel de mercenarios fríos a estos americanos blondi-publicitarios, no duda en ponerle el papel de asesinos despiadados y bobalicones a la mayoría de los desagradables personajes mejicanos. Uno está siempre a punto de decir de S.P. que es un tipo que no quiere ni a su madre, pero luego nos damos cuenta que no es así (si observamos cómo son sus personajes femeninos, mejor ni ponernos freudianos… por las dudas). Peckinpah es un fanático enemigo de la corrección política, y trasciende con esta película cualquier convención de género. En un punto podría tener su paralelo en literatura con Jim Thompson, con la amoralidad de la mayoría de sus personajes, que se distinguen de los tradicionales héroes de las novelas policíacas por ser toscos y ambiguos en vez de exhibir rudeza masculina. Los personajes de S.P., como los de Thompson, son generalmente curtidos, viles y soeces, conocen a la sociedad en la que viven y se manejan audazmente, con ojo desconfiado, anticipándose a las trampas ajenas con otras propias.
Aparte de eso Peckinpah es un romántico. Benny, luego de hacer un acto sumamente heroico sobre el final de la película, persiste en querer cargar la cabeza de Al García consigo, que hace días se pudre en una bolsa llena de moscas.
Y pensar que la crítica la despreció por completo… qué lástima. Por suerte hay algunos, entre ellos Tarantino, que no paran de verla.